martes, 2 de marzo de 2010

LA ADORACION SIN RESERVAS

Dios abrió los cielos y proveyó
“Entonces Dijo Abraham a sus siervos: -Esperad aquí con el asno. Yo y el muchacho iremos hasta allá, adoraremos y volveremos a vosotros.” Génesis 22:5
Imagina el cuadro: Abraham, de casi 100 años por fin había recibido al hijo de la promesa: Isaac. Todo está perfecto hasta que Dios le pide que vaya a tierra de Moriah, y que sacrifique ahí a su hijo sobre el altar.
Imagino los sentimientos contradictorios de Abraham, por un lado, su hijo, por el que había esperado tanto. Por el otro, el Dios al que había servido toda su vida, a quien amaba con todo el corazón y quien le había prometido que precisamente en ese hijo serían benditas todas las familias de la tierra, pero que ahora le pedía sacrificarlo.
No había más que pensar. Preparó las cosas y se levantó muy de mañana a obedecer a Dios. Su amor por Dios superaba cualquier cosa, y en un acto de total rendición, agarró al muchacho, y subió al monte a adorar.
No había música, ni cantos, sino un acto de obediencia y confianza, pues Abraham sabía que el mismo Dios que le había dado a ese hijo aún cuando su cuerpo ya estaba como muerto (Romanos 3:19), lo resucitaría, o le daría otro.
Isaac está sobre el altar, Abraham levanta su mano, y entonces un ángel le habla desde el cielo, e impide que lo mate.
No sólo Dios le da el reemplazo de Isaac para el holocausto, sino que le vuelve a reiterar la promesa de que en su simiente serían benditas todas las familias de la tierra.
Y el nombre de aquel lugar fue “Jehová proveerá”, porque la obediencia total de Abraham, su adoración sin reservas le mostró a un Dios que provee, y que cumple sus promesas.
ORACIÓN: Padre, quiero adorarte sin reservas. Mi amor por ti está por encima de cualquier cosa, y lo entrego todo hoy delante de ti, y te obedezco hasta el final.

Pastor capellan A. Luque

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